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1. Introducción
La violencia contra la mujer se define como cualquier acto o el uso deliberado de
la fuerza física que tiene por objetivo dañar la integridad por el hecho de ser mujer
(Organización Panamericana de la Salud, 2023). En 1996, la 49ª Asamblea de la OMS
declaró que la prevención de la violencia es una prioridad para la salud pública (Sarabia,
2018). En México, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia (2017) reconoce diferentes tipos y modalidades de violencia. El marco
normativo se ha ido modificando para responder a las formas contemporáneas de
violencia, como se evidencia en la Ley Olimpia, que entró en vigor a mediados de 2021.
Esta reforma incorporó la modalidad de violencia digital en esta ley.
La violencia digital es una problemática de salud pública debido a su alta
prevalencia e incidencia y a la expansión de las formas modernas de comunicación a
través de Internet (Prieto et al., 2015) y por los efectos sobre la salud integral de las
mujeres (Salgado y Salgado, 2022). En este sentido, el Instituto Nacional de Estadística
y Geografía INEGI (2023) reportó que en México hay 84.1 millones de usuarios mayores
de 12 años con acceso a Internet, de los cuales 44 millones son mujeres y 40.1 millones
son hombres. En las mujeres de 20 a 29 años, el 29.2% fue víctima de ciberacoso en los
últimos 12 meses. De igual manera, la Unidad de Prevención e Investigación Cibernética
(INEGI, 2024) recibió 2556 reportes de acoso cibernético en el primer semestre de 2023.
De estos incidentes, 65% fueron de mujeres como víctimas y 289 casos corresponden a
menores, con un 77% de niñas como víctimas.
La violencia digital tiene efectos negativos sobre los dominios de la salud y las
actividades académicas (López et al., 2023). En este orden de ideas, la OMS define la
calidad de vida como la percepción individual sobre la satisfacción con sus logros,
relaciones, salud, seguridad y otros aspectos que considere importantes (The WHOQOL
Group, 1995), debido a su carácter individual y multidimensional, que influye en el nivel
de satisfacción académica, el contexto cultural, social y ambiental de las personas
(Camargo et al., 2014).
En los últimos años, se han desarrollado diversos estudios en torno a esta temática,
así el estudio de Rojas-Alonso y Fuentes (2023) estimó la prevalencia de la ciberviolencia
de pareja y determinó la relación con la sintomatología emocional (depresión, ansiedad y