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sean exactos, minimizando conflictos entre propietarios y asegurando que los registros públicos
reflejen fielmente la realidad del terreno. Esta precisión es esencial para la emisión de títulos
de propiedad, la consolidación de derechos sobre la tierra y la implementación de políticas
públicas de desarrollo territorial.
La mayor contribución del catastro a la seguridad jurídica reside en la registración y la
publicidad de los límites dominiales, que en cada caso circunscriben la extensión que aquí
llamaremos parcela dominial. (Ferreira, 2024). Ella es, en el aspecto jurídico, el elemento
esencial del catastro territorial, que informa a los interesados sobre la configuración y la
ubicación de aquellos límites y, en una hipótesis de máxima eficiencia informativa, sobre la
posición relativa de éstos con los hechos visibles que normalmente se comportan como límites
o se presumen tales, a los que ya definimos como límites aparentes (Chesñevar, 2000).
En la práctica, la percepción de una propiedad inmobiliaria suele estar determinada por
estos signos exteriores, que incluyen cerramientos como alambrados, muros de mampostería,
cercos vivos, entre otros. La forma de materializar estos límites ha variado a lo largo del tiempo
según factores como la región, la época y los costos asociados.
La mensura tiene como objetivo principal la determinación de los límites dominiales. Si
se realiza antes de la construcción de cerramientos perimetrales, deja como testimonio mojones
que marcan las líneas que deben respetarse al construirlos. Si, en cambio, se efectúa sobre una
propiedad con cerramientos ya establecidos, permite evaluar la concordancia entre la parcela
dominial y la parcela aparente, facilitando la identificación de posibles discrepancias y su
resolución. No obstante, la mensura no solo se limita a esta función comparativa, sino que
abarca cualquier operación destinada a fijar límites territoriales con relevancia jurídica, ya sea
en situaciones preexistentes o en escenarios futuros.
Una de las funciones esenciales del Estado es la cuantificación precisa de su extensión
territorial y la delimitación clara de sus fronteras, procesos indispensables para la consolidación
y definición integral del territorio. El ordenamiento espacial, pilar de una gestión territorial
efectiva, solo puede lograrse mediante la ejecución sistemática y rigurosa de tareas como la
medición y el amojonamiento. Estas actividades, de gran complejidad técnica, legal y
ambiental, buscan transformar realidades dinámicas en representaciones cartográficas
estandarizadas, organizando el territorio bajo criterios técnicos y normativos coherentes.